domingo, 16 de agosto de 2009

Hoy presentamos: Esa dulce mascota... (Capítulo VII)

“María del Carmen, vení para acá...”. “Dale, dejá de hacerte la graciosa y salí del placard”. “María del Carmen, me vas a hacer enojar y voy a terminar regalándole los ratones a Garfield”. Nada. Silencio absoluto. Otra vez se había escapado...

Como en aquella oportunidad en la que incendiara un cine, robara una ambulancia que trasladaba a un sordomudo atragantado con mejillones, y mordiera en un codo a Bugs Bunny, María del Carmen –la mascota de Ester- nuevamente había salido de paseo por las calles de Oslo. Encontrarla no sería fácil, sobre todo si tenemos en cuenta de que se trata de un ejemplar de cobra egipcia, experta en pintura renacentista, dotada de un Master en Ingeniería Electrónica (Universidad de Oxford) y hablante de 7 idiomas (entre ellos, tehuelche mediterráneo)

“Esta vez la dejo una semana sin chatear...”, se prometió para sí, mareada, la abuela guerrera. Y tratando de vencer a su persistente reuma, la anciana de 75 años se colocó los patines que había robado, en 1976, de la casa de Gabriel García Márquez, tomó su bastón modelado en sauce llorón, y partió a buscar a la fugitiva. Obviamente, María del Carmen siempre tomaba el mismo recorrido: iba al zoológico a reírse de los ciervos, hacía trastabillar a los ancianos en la plaza “Juan Luis Guerra”, hipnotizaba a los taxistas o apostaba sus ahorros en el hipódromo de la ciudad.

En más de una oportunidad, Ester la había encontrado intentando sobornar a un policía tartamudo, o a punto de alquilar un automóvil para luego estrellarlo contra el ventanal de un Mc Donald.

La cobra siempre creaba problemas, y esta era una particularidad constante desde que el reptil irrumpiera en la vida de la abuela guerrera. María del Carmen había sido un regalo que Mick Jagger le hiciera, en 1968, a una joven Ester. Enamorado de la ¿heroína? el Stone también había compuesto una canción para la anciana: “Angie”. El sentimiento habría surgido a raíz de la labor en percusión que la abuela guerrera desempeñara durante la grabación del single “Paint it Black”. Aún así, Ester jamás se mostró cercana a las pretensiones del vocalista inglés. Muy por el contrario, en una oportunidad –y ante un intento de beso perpetrado, violentamente, por Jagger- la abuela guerrera se ocupó de patearle 40 veces los riñones hasta que el stone finalmente prometió no volver a acosarla.

Pero volvamos a lo nuestro. Agitada por el esfuerzo, Ester clavó los frenos de su medio de locomoción justo frente a la “Asociación Sueca de Padres con Varicela”. Prácticamente al instante, un hombre vestido de hombre se acercó para confiarle a la abuela una noticia imprevista: María del Carmen había visitado una sucursal del Banco “Te-Chupo-La-Sangre S.A.” para solicitar un crédito a nombre de la anciana. Furiosa, y tras firmar una serie de papiros abundantes en cifras e intereses, la abuela guerrera continuó su búsqueda.

El instinto de superhéroe -con problemas de artrosis- la obligó a detenerse en el 740 de la Avenida Gerard Depardieu. Allí se ubicaba un templo de la iglesia “Tu Contribución hace mi Mansión”. Tarareando una canción de Eros Ramazzotti, Ester ingresó en el sagrado condominio. Segundos después, un sacerdote de ojos color sangre, haciendo piruetas sobre un skate, franqueó el andar de la anciana. “¿Viene a contribuir, hija vieja mía?”, la abordó el cura, al tiempo que fumaba un cigarrillo sin marca; dotado de un aroma un tanto particular... “No, chupacirios, busco a mi mascota...”, contestó una malhumorada Ester.

“¡Ah! La viborita dice usted...”, continuó el representante del Señor, al tiempo que se pellizcaba las piernas por debajo de la sotana. La abuela asintió con desgano, casi sin mover su cabellera repleta de canas. “Bueno, vieja hija mía... la rastrera estuvo aquí y yo le dejé hacer...”, continuó el hombre mientras, excitado, procedía a meter su mano bajo la vestimenta oscura para luego arrancarse algunos pelos del pecho.

“¿Y qué hizo?”. “Bueno, no mucho: casó a 2 parejas de presos, mordió la rodilla de una estatua a San Pedro, robó un par de botellas de vino, y además me hizo jurarle, acostado sobre el altar, que Dios se ríe a diario de la nariz de Ringo Starr... Pero ya se fue...”, completó el hombre santo, para luego apagarse en la oreja derecha el cigarrillo extraño que antes fumara.

Ofuscada, y dándose un fuerte impulso con su bastón modelado en sauce llorón, Ester volvió a las calles. A dos cuadras del templo, sobre la Avenida Kirk Douglas, una multitud y un ataque de risa la obligaron a detenerse. Cientos de suecos, en calzoncillos boxer y propinándose un sinfín de bofetadas, saltaban arriba de sus automóviles al grito de “Se siente; Se siente: ¡Carmen Presidente!”. Sí, la cobra había fundado un partido político. “Alianza para un colmillo sin caries” era su nombre, y ya contaba con dos candidatos a senador: una mujer pelada y con los pies planos, y un enano panzón que no dejaba de hurgarse la nariz con el periscopio de un submarino nuclear panameño.

Cansada de buscar, Ester saltó los automóviles reunidos, esquivó a una rana preñada que justo pasaba por allí, y puso proa con destino a su casa. Una vez allí, y tras eludir a una bolsa de cebollas abandonada en su vereda, la anciana se mostró sorprendida al oír una serie de gritos y aullidos que provenían del living de su casa. Al ingresar al lugar, se encontró con que el televisor estaba encendido. Sobre el sofá, y apoyada en el control remoto, María del Carmen dormía profundamente.

En la pantalla encendida se veía el programa favorito de la cobra: la serie “Empuje a su perro Chihuahua por la escalera”, emitida por el canal Morboso Planet. Aliviada, Ester se dejó caer en el sofá: su amada mascota había aparecido.

Repuesta del enojo, tomó una manta y procedió a tapar con cuidado a la serpiente. Una vez hecho esto, la abuela guerrera pudo retirarse a tomar una ligera siesta. Una siesta en la cual podría al fin soñar con una María del Carmen transformada en mujer; esa hija extraviada que Ester nunca había dejado de buscar...



*Basado en una historia real

sábado, 10 de enero de 2009

Hoy presentamos: De adivinas y traiciones. (Capítulo VI)

Mediodía en Suecia. Un teléfono resuena en el corazón del barrio “La Empanada” de Oslo. “Hola... ¿Quién molesta?”, atendió una voz suave y angelical. “¿Ya no me reconocés? Yo, cabezona, Gabriela Sabatini...”, respondió un graznido al otro lado de la línea.


“¡Querida! ¿Cómo estás?” arremetió, feliz, la primera voz. Sí, amigos, no lo duden: son las cuerdas vocales de la abuela guerrera las que pronuncian estas palabras. Al tiempo que cumplía con su hobby de amaestrar serpientes de cascabel con los pies, Ester se daba unos minutos para hablar con su vieja compañera de dobles...


“Bien, acá estoy... Planeando un secuestro y tratando de beberme 8 litros de ron sin emborracharme”, comentó la ex tenista argentina. “¿Y vos?”, preguntó. “Mirá querida, no sé lo que me pasa...” explicó Ester mientras, con una mano, le daba de comer a un mandril con tuberculosis que Ricky Martin le había regalado durante la gira de “Vuelve”.


“Ayer sufrí una hernia de disco, la semana pasada tuve cistitis, y hoy me salió un callo verde en la clavícula”, explicó la anciana. “Qué raro, genia... ¿No estarás embrujada vos?”, preguntó Sabatini. “Ah! ¿Y por qué pensás eso?”, interrogó la abuela guerrera. “Es fácil... Te tienen mucha envidia por ahí...”, siguió la ex tenista. “Ayer estuve en el Salón de la Justicia y no sabés: Batichica habla pestes de vos, y las Tortugas Ninjas me comentaron que, en cuanto cobren sus respectivos sueldos, van a robarte el bastón y pisotearte todo el jardín”, completó Sabatini.


“¡No te puedo creer!”, sostuvo la abuela. “Ajá. Pero escuchá: en el centro de Oslo hay un lugar en el que se cura a la envidia y otros males esotéricos... y de paso te comentan como viene tu futuro. Te doy la clave telefónica para que llames...”, propuso la argentina. “Dale, quemada”, asintió Ester. “Anotá: 2UnLimited – 4NonBlondes – 2X3llueve – 7Up. Listo, llama y decí que vas de mi parte”, concluyó la morocha nacida en Buenos Aires.


En breves instantes, la anciana se sujetó el cabello blanquecino con un bigote de gato angora, pintó su boca con polvo de ladrillo, y partió en su Toyota Corolla rumbo al lugar indicado por su amiga. Una hora después, estacionaba su automóvil frente a “El Oráculo del Gusano Descompuesto: Predicciones y Pizza a domicilio” y, tomando su bastón modelado en sauce llorón, caminó algunos pasos buscando la puerta de ingreso al lugar. Como no logró hallarla, decidió escabullirse por una ventana, para luego dar con la recepción del nostradamusiánico comercio.


Ya en el salón principal, una anciana, con un oso hormiguero durmiendo sobre su cabeza, la recibió entre aplausos y breves ataques de hipo. Enseguida, una asistente de la primera mujer, vestida con una remera de Metallica (Album: Ride the Lightning) se dirigió a la abuela guerrera: “Pase por aquí, ancianita minusválida. La estábamos esperando...”.


Luego de trasponer una cortina hecha con lianas ecuatorianas y restos de un trasbordador espacial, Ester ingresó a una habitación oscura, en donde 2 mujeres acariciaban, a modo de bola de cristal, la pantalla de un televisor Grundig 29 pulgadas mientras repetían palabras en filipino básico. “Siéntese”, le indicó una de ellas. Un tanto temerosa, la anciana tomó asiento frente a una mesa hexagonal, rodeada de velas, fotos de Los Parchís, la radiografía de un maxilar de cachalote, y una avioneta estrellada en cuya ala podía leerse, en rojo vivo, “Los Muppets son enviados del diablo”. “Usted está embrujada, viejarda”, la abordó una de las médiums, mientras se rascaba la espalda con un rallador de queso. “Le tienen envidia”, completó la otra, casi sin mirarla. “Lo suponía...”, contestó Ester, cruzándose enseguida de piernas. “Usted tiene várices”, arriesgó nuevamente una de las médiums.


“Claro. Tengo 75 años y me quedaron algunas huellas de mi época de domadora de linces...”, se defendió la anciana. “Bueno, viejarda, se acabó la consulta: son $ 300”, intervino, desde atrás de la cortina, la mujer que llevaba al oso hormiguero sobre su cráneo. “ A ver si la cortamos con eso de ‘viejarda’... Mmmmm, ahora... ¿No es mucho lo que me están cobrando?” preguntó Ester, con un cierto grado de enojo en su voz. “Ni ahí, viejamaiquina, te estamos haciendo un regalo”, volvió a contestar la del oso, al tiempo que confeccionaba una marioneta con los rizos oscuros de una norteamericana que había pagado su consulta con cabellos.


“¿Y qué más?”, preguntó Ester, poniéndose de pie. “Nada más por ahora. Venga la semana que viene con $ 1000 y le contamos el final de la historia...”, replicó una de las médiums. “Ustedes están cometiendo un error. Soy jubilada y no dispongo de esa suma”, aclaró la anciana, visiblemente molesta. “Entonces salga a trabajar, vieja haragana. Yo también soy adivina y sé que usted tiene más dinero en su casa”, interrumpió otra vez la del oso. “Me cansé. Acá se arma...”, murmuró Ester, y alzó su bastón en dirección a las médiums. “Tranquila. En este lugar espiritual a los nerviosos los calmamos enseguida”, comentó la del oso. Acto seguido, dos hombres fornidos ingresaron en la sala: eran Ronaldo y Ronaldinho.


“Muchachos, a ver si sacuden un poquito a esta ancianita adinerada”, ordenó una de las médiums. Ester no permitió la respuesta de los recién llegados. Utilizando su bastón como martillo neumático, aplicó 37 golpes secos en la mejilla izquierda de la mujer que portaba al oso, hasta provocarle a ésta un ataque de presión que la dejó paralizada. Asustado por el repique del bastón, el oso hormiguero, tosiendo primero y dando un salto después, se aferró con garras y muelas al párpado derecho de Ronaldo. Ciego, el astro brasileño intentó quitarse al animal de encima, pero un puntapié de Ester en los genitales del jugador lo dejó fuera de combate.


Obviamente, Ronaldinho intentó detener a la abuela guerrera. Ágil, el futbolista lanzó dos escupitajos en dirección a la anciana, esto con intención de confundir los movimientos de la belicosa mujer. Por fortuna, Ester logró eludirlos efectuando una mortal -al mejor estilo clavadista mexicano- que la depositó sobre una mesa de araucaria tallada a golpes de coxis. Una vez allí, la anciana encendió un habano y, lanzando una bocanada de humo sobre el rostro del brasileño, petrificó a su oponente. El humo tenía sus efectos: por culpa de él, Ronaldinho culminó, en cuestión de segundos, por volverse comunista. Así, y en cuanto recupero la movilidad de sus talones, el moreno partió a la carrera, rumbo a una librería en la cual pudiese conseguir un Obras Completas de Federico Engels.


Asustadas ante el poderío de la abuela, las médiums se cobijaron en un rincón de la oscura sala. Finalmente, lo confesaron todo: las adivinas tenían un convenio con Gabriela Sabatini. La ex tenista, en bancarrota dada su afición a coleccionar fotocopias y asistir a carreras de karting, percibía una comisión por cada clienta que acercaba al centro de augurios sobrevaluados.


En silencio, cabizbaja, Ester subió a su Toyota Corolla y se perdió en las calles de una Oslo desierta. Ensombrecida, se detuvo en la taberna “El Retorcijón”; lugar en el que la esperaban dos de sus mejores amigos: Batman y, siempre alcoholizado, el inefable gato Chatrán. Allí, la anciana bebió medio litro de vodka “Absolut”, 2 vasos de anti congelante para motor de lancha, rompió el inodoro de un baño y, prácticamente a capella, grabó un disco con los españoles de Jarabe de Palo, que justo cenaban en el lugar... Aún así, nadie logró hacerle olvidar todo lo ocurrido: una amiga la había traicionado y el dolor era inmenso. Insoportable. Sobre su vaso de vodka, Ester escurrió una lágrima que, inocente, jugó por unos instantes entre los pliegues arrugados de su cansada mejilla. “75 años y una nunca termina de conocer a la gente”, pensó la abuela guerrera. Y tenía razón. Por eso, no sintió sorpresa alguna cuando Batman, conmovido por el sufrimiento de su amiga, la abrazó para luego decirle al oído: “Corazón mío: en realidad soy Bruno Díaz...”.


No. Nunca se termina de conocer a las personas. Quizás por ello, aún los superhéroes son tan necesarios. Quizás por ello, aún Ester continúa con su misión de salvaguardar, sin descanso, a ese eterno amanecer que siempre deviene en nuestras más bellas esperanzas.


*Basado en una historia real